El algoritmo A* y la expansión del crimen organizado en Chile
Los últimos años, hemos visto cómo el crimen organizado dejó de ser una amenaza lejana para convertirse en un fenómeno instalado, en constante expansión y evolución, que golpea y carcome sin piedad familias, barrios, empresas, instituciones públicas, sistema político y ahora también, las fuerzas armadas, de orden y seguridad.
Su crecimiento ha sido tan explosivo y sus efectos tan nefastos para la sociedad en su conjunto que vale la pena y el tiempo investigar: ¿cómo y por qué se expandió con tanta eficiencia en nuestro país?
Creo que una respuesta puede encontrarse, paradójicamente, en la lógica de los algoritmos, en particular, en el algoritmo A* usado en inteligencia artificial y programación para encontrar rutas óptimas en el menor tiempo posible.
A* y el crimen organizado: un paralelismo necesario
El algoritmo A* es un algoritmo de búsqueda de caminos utilizado para encontrar el camino más corto entre dos nodos en un grafo o cuadrícula, considerando tanto el costo de pasar de un nodo a otro como una estimación del costo restante para llegar al destino. Es un algoritmo heurístico, lo que significa que utiliza información adicional (la heurística) para guiar la búsqueda y hacerla más eficiente. Su misión es clara: avanzar rápido y con la menor resistencia posible.
Ahora pensemos en el crimen organizado: su principal meta es expandir el control territorial para maximizar su beneficio económico. Sus costos reales son el uso brutal de la violencia y los recursos económicos necesarios para fortalecer su posición y corromper aquellos nodos de la sociedad que presenten mayor debilidad.
Su heurística es clara: identificar espacios de debilidad social e institucional donde la resistencia es baja.
En otras palabras, el crimen organizado funciona como un A* en la vida real: detecta vacíos y debilidades, calcula riesgos, y avanza por las rutas más “baratas” en términos de resistencia social, política e institucional.
Chile: un terreno fértil para su expansión
- Deficiente control fronterizo y aduanero, dando como resultado un menor costo de entrada para armas y drogas.
- Instituciones y funcionarios sobrecargados, sin presupuesto, sin actualización tecnológica, sin mecanismos transparentes de rendición de cuentas, sin infraestructura.
- Comunidades completas con necesidades básicas insatisfechas, terreno fértil para reclutar y legitimarse.
- Mínima y obsoleta regulación en materia tecnológica-financiera, facilitando el blanqueo de capitales y la coordinación de operaciones (ver análisis de la falta de ley de datos en Chile).
Cada debilidad institucional es para el crimen organizado un nodo con menor costo: una vía más rápida hacia su objetivo y, al igual que el algoritmo A*, logran priorizar siempre el camino más rentable y con menor resistencia.
Conclusión: cambiar el mapa de costos
Este paralelismo nos deja varias lecciones: el crimen organizado no avanza al azar, sino con una racionalidad fría y calculada. Las debilidades del Estado son su heurística: entre más visibles y persistentes, más rápido avanza.
Combatirlo requiere modificar el mapa de costos: hacer que los atajos ya no sean baratos ni seguros. En otras palabras, no basta con aumentar la represión; es necesario reconfigurar el terreno institucional y social para que el crimen no encuentre rutas óptimas.
Entender al crimen organizado con la lógica de un algoritmo puede sonar extraño, pero es útil: nos permite ver que su avance no es azaroso, sino sistemático, y para detenerlo, no basta con reaccionar. Hay que cambiar el tablero, dificultar los atajos y aumentar los costos de cada movimiento.
Porque mientras el Estado siga funcionando como un laberinto lleno de caminos fáciles, el crimen organizado seguirá ejecutando su propio A* (ver cómo el análisis de datos puede ayudar).